domingo, 24 de enero de 2010

Domingo de mercadillos

Hoy me desperté temprano y salí en busca de Camden Town. Esta mañana avisaban de que la línea de metro solo llegaba hasta King´s Cross (son las típicas cosas que te pasan en el metro de Londres), así que nos facilitaron uno de esos autobuses rojos de dos plantas. Aunque yo me bajaba en la siguiente parada, me subí arriba, solo por el chomineo.


Una vez en Camden Town pensé que la gente me había infravalorado bastante cuando me decían que me iba a encantar. Allí solo se veían los típicos puestos de los moros de la feria con camisetas horteras para turistas y pendientes de coco. Conforme me fui adentrando, empezó la cosa a mejorar en cuanto a tiendas; cada vez eran más interesantes. Finalmente me vi (no se cómo) dentro de Camden Stables, el antiguo hospital veterinario para caballos, lleno de tiendas de todo tipo de antiguallas. Aquello sí que me gustaba. Lástima no poder comprar nada, porque había camisetas verdaderamente guapas.


Después de pasar toda la mañana perdido entre los establos, decidí que ya iba siendo hora de marchar hacia Notting Hill. Una hamburguesa de una libra en McDonalds y metro y bus hasta Portobello. Portobello es como ir a hurgar en el desván de tu tía abuela de setenta años: encuentras chismes y ropas de lo más variopintas de varias décadas ya atrás. Es chulísimo ver relojes de bolsillo, botones, palos y pelotas de cricket, uniformes militares, fotografías estereoscópicas con sus visores, máscaras venecianas (no he podido resistir la tentación de probármelas, Ale).

Después de aquello, y cuando estaba ya reventado e iba de camino a casa, decidí bajarme en la famosa Baker Street. También hacía tiempo que quería hacerlo.


Por cierto que frente al 221b de la mítica calle, hay un Baskin & Robbins, heladería que conocí en Los Ángeles y que no os podéis perder si alguna vez os cruzáis con alguna de ellas. Sus helados, con permiso de mis queridos Quike & Company, están de muerte.


Pues bien, allí estaba, toda rodeada de tiendas con la famosa silueta del detective más famoso de todos los tiempo. La que fue en la ficción la residencia de Sherlock Holmes tenía en su puerta un policía que mantiene al público en la calle mientras esperan para entrar al museo. Martita, aquí tienes la fachada por si la quieres utilizar ahora que estás liada con los libros.



Como yo no puedo pagarlo (ni tampoco me hace demasiada ilusión), entré en la tienda de souvenires. Ahí sí he disfrutado, con sus libros, sus pipas, peluches, imanes, cerillas, lupas... Y no, no he podido evitarlo:


3 comentarios:

  1. Mencanta!!! Dame fotako!!!

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  2. En Camden nosotros flipamos. Si sigues así, te va a dar para un libro de fotos de Londres. ¿Mira que si lo haces y te hinchas a venderlo?
    No te pediré comisión pero te recordaré que te lo dije. Un abrazo.

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