sábado, 30 de enero de 2010

Oh, Dior mío!

Que una mañana de enero amanezca soleada en Londres es como encontrar una moneda de dos euros tirada en el suelo: eres tonto si no la coges. Así que cuando tendí toda mi ropa recién lavada cogí el metro dirección Knightsbridge, con la intención de conocer cómo eran verdaderamente los grandes almacenes de los que todos hablan cuando vienen a la capital inglesa: Harrods.


Siempre había entendido que Harrods son el equivalente británico de El Corte Ingles, cosa que ya he visto que no es verdad en absoluto. Cuando el portero con sombrero de copa me abrió las puertas me encontré con una sala repleta de firmas que se repartían los diferentes espacios: Dior, Versace, Gucci... La sección de los pasteles y dulces era cosa de otro mundo (donde reinaba sobre todas las demás lady Godiva) y entre la ropa de hombre y mujer se podían ver todo tipo de modelos de Ralph Lauren, Burberry, Dolce & Gabbana, Prada, Oscar de la Renta, Christian Lacroix o Channel. Pero no es el hecho de que estas grandes marcas estén presente, sino la exquisitez con lo que todo está colocado. Bueno, quizá ambas...

Cuando quedé satisfecho de tanto glamour volví a la realidad; había podido estar absorto como para no darme cuenta de que ya iba siendo más que hora de comer pero había un bocadillo de chacina de Mercadona que me esperaba en mis bolsillos. Así que busqué el siguiente punto en mi ruta, el cercano Hyde Park.



Allí, después de caminar entre los árboles por los senderos aún cubiertos de la nieve de esta noche, me senté en el primer banco que pude junto al lago. Seguí con el paseo una vez me hube acabado los bocatas y me encargué después de alimentar a otros seres que abundan por allí.





Y al final, conseguí la foto.


viernes, 29 de enero de 2010

Y por fin, llamaron.

El día de hoy se presentaba tan monótono y desesperante como cualquier otro. El plan? Patearme Londres una vez más para ver cómo desconocidos se pasan mi currículum (cien veces reformado) por el forro deEn esas estaba, concretamente en un cine de Leicester Square (pensé: oye, no estaría mal poder ver pelis gratis en el curro) cuando, haciendo cola, oigo que suena un móvil. Era mi móvil, pero estoy tan poco acostumbrado a que suene que ni siquiera lo reconocía. Número privado. Opté por ser profesional: hello?

Era Michael, tenía mi currículum en mano, y me decía algo de que iban a abrir un no sé qué en Wood Green (mi zona). Me preguntaba cuándo era lo antes posible que podíamos quedar.

Doce paradas de metro más tarde, yo corría a casa a mirar en Google Maps qué puñetas había en el código postal que el tal Michael me había dado. Cuando en mi pantalla apareció una rotonda solitaria quise que me tragara la tierra. Mi única llamada de respuesta a cincuenta currículums en doscientos establecimientos de Londres y voy y no pillo el sitio??? Sería mejor ir haciendo la maleta (o cargando el arma).
Cuando me calmé, vi que esa rotonda estaba muy cerca del centro comercial y mi zona residencial. Esto no era de mucha ayuda dado que he podido dejar mi currículum en una decena de sitios ahí. Y luego pensé. Iban a abrir un no sé qué en Wood Green. No sería que lo acababan de abrir?? Lidl.

Allí me planté a las cuatro menos diez de la tarde. Había empezado a nevar fuera. Cuando me preguntaron si mi cita era la de las cuatro, respiré aliviado; finalmente iba a tener mi primera entrevista. Y no fue muy mal. Mi currículum estaba en la mesa con "tick" de aprobación marcado en fucsia. A Michael se le entendía perfectamente y aquello de que yo viviera tan cerca parece que le gustó bastante (no habría excusas de tráfico ni transporte público).
Hemos quedado en que me avisará cuando terminen con todas. Yo he vuelto a casa sonriendo y sin poder evitar hacerme ilusiones de cómo sería trabajar a tres minutos de casa en Lidl. Quién me lo iba a decir...

martes, 26 de enero de 2010

Saint Paul - Soho

"Es para las comidas de las palomas!" decía Michael de la mano de su padre cuando iban camino del banco, quien se había determinado gastar sus dos peniques en comprar un paquete a la vieja de las palomas de la catedral.


(Pulsa aquí para ver el video)



Tantas veces vi ese edificio tan característico de Londres cuando me tragaba una y otra vez Mary Poppins de pequeño, y tantas veces lo he visto estos últimos años en los panfletos turísticos sin caer en la cuenta de que era el mismo (o probablemente habiéndolo ya olvidado). Pero quizás eso es lo más divertido: verme como yo me he visto hoy, debajo de la enorme catedral de Saint Paul y de pronto darme cuenta de que estaba en la escalera de la viejecita. Efectivamente también había indicaciones hacia el banco, pero hoy él no estaba en mi ruta.



Y con un día soleado, aunque con 2º de frío que me han dejado las manos algo estropeaditas, he hecho hoy mi recorrido por hoteles y albergues juveniles. En muchos me han dicho que están buscando gente, así que puede que haya esperanza. Yo a la hora de mi almuerzo me he plantado en Soho Square a meter en los bollitos del Tesco las lonchas de caña de lomo que llevaba preparaditas. Y así he almorzado en aquella plaza con las palomas rondando alrededor.

Y por cierto, sospecho que en esta casa no vivimos seis personas, sino tres. Y la rata, claro...

Con noticias desde Cambridge

Era uno de los objetivos que me marcaba. Y lo he superado.

ARVIMAN HA APROBADO EL ADVANCED

domingo, 24 de enero de 2010

Domingo de mercadillos

Hoy me desperté temprano y salí en busca de Camden Town. Esta mañana avisaban de que la línea de metro solo llegaba hasta King´s Cross (son las típicas cosas que te pasan en el metro de Londres), así que nos facilitaron uno de esos autobuses rojos de dos plantas. Aunque yo me bajaba en la siguiente parada, me subí arriba, solo por el chomineo.


Una vez en Camden Town pensé que la gente me había infravalorado bastante cuando me decían que me iba a encantar. Allí solo se veían los típicos puestos de los moros de la feria con camisetas horteras para turistas y pendientes de coco. Conforme me fui adentrando, empezó la cosa a mejorar en cuanto a tiendas; cada vez eran más interesantes. Finalmente me vi (no se cómo) dentro de Camden Stables, el antiguo hospital veterinario para caballos, lleno de tiendas de todo tipo de antiguallas. Aquello sí que me gustaba. Lástima no poder comprar nada, porque había camisetas verdaderamente guapas.


Después de pasar toda la mañana perdido entre los establos, decidí que ya iba siendo hora de marchar hacia Notting Hill. Una hamburguesa de una libra en McDonalds y metro y bus hasta Portobello. Portobello es como ir a hurgar en el desván de tu tía abuela de setenta años: encuentras chismes y ropas de lo más variopintas de varias décadas ya atrás. Es chulísimo ver relojes de bolsillo, botones, palos y pelotas de cricket, uniformes militares, fotografías estereoscópicas con sus visores, máscaras venecianas (no he podido resistir la tentación de probármelas, Ale).

Después de aquello, y cuando estaba ya reventado e iba de camino a casa, decidí bajarme en la famosa Baker Street. También hacía tiempo que quería hacerlo.


Por cierto que frente al 221b de la mítica calle, hay un Baskin & Robbins, heladería que conocí en Los Ángeles y que no os podéis perder si alguna vez os cruzáis con alguna de ellas. Sus helados, con permiso de mis queridos Quike & Company, están de muerte.


Pues bien, allí estaba, toda rodeada de tiendas con la famosa silueta del detective más famoso de todos los tiempo. La que fue en la ficción la residencia de Sherlock Holmes tenía en su puerta un policía que mantiene al público en la calle mientras esperan para entrar al museo. Martita, aquí tienes la fachada por si la quieres utilizar ahora que estás liada con los libros.



Como yo no puedo pagarlo (ni tampoco me hace demasiada ilusión), entré en la tienda de souvenires. Ahí sí he disfrutado, con sus libros, sus pipas, peluches, imanes, cerillas, lupas... Y no, no he podido evitarlo:


viernes, 22 de enero de 2010

Introducing Mr. Flint

Está claro que mis amigos sois mucho más positivos que yo, incluso en dadas situaciones... Como que haya una rata en mis paredes.

Nicomedes Sanz: No seas tímido, haz por conocerlo
Ayer a las 23:46 ·

Angeles García: Si te sirve de algo... yo creo que tengo pelusas debajo de mi cama más grandes que ese bicho que andurrea por tus paredes!!! Aunque cierto es que hacen menos ruido...
Ayer a las 23:57 ·

Antonio David García Pérez: son seres vivos con clase.... hazle unas fotos.....
Hace 20 horas ·

Adela Sanz: acabo d leer todo esto, oye q no pasa nada, yo duermo con un hamster!!!
Hace 4 horas ·

Alvaro Sanchez Martinez: mira adela, eso es como decirte yo que duermo con un caimán y tú decirme que cuidas tortugas en una pecera!
Hace 4 horas ·

Adela Sanz: ajajajajajjajaj pues entonces piensaqeee...en asia usan las ratas para detectar bombas anti personas, no son tan horribles!
Hace 4 horas ·

Alvaro Sanchez Martinez: oh, perfecto, podría ser peor: podría ser una bomba anti-persona... Desde luego, yo pensaba que yo era positivo, pero ya veo que vosotros me ganáis!
Hace 4 horas ·

Maria Camino De Leyva: oye que los ratones/ratas tampoco son pa tanto... NO TE VAN A COMER!! una vez que te acostumbras a su "ronroneo" no es para tanto, pero si te sirve de algo, para que no entren en la casa dejar la tapa del WC siempre bajada y con peso encima, y comprar veneno y lo poneis por donde creais que puede salir!!!

Adela Sanz: noo! lo q digo es q tienes q verlas como unas heroínas!!! ORGULLO DEBERÍAS SENTIR DE QUE TE HAYAN ELEGIDO!!!
Hace 4 horas ·

Maria Camino De Leyva: ¿no has visto la pelicula de ratatuille?? jaja
Hace 4 horas ·

Alvaro Sanchez Martinez: es cierto lo que estoy leyendo maría... su ronrroneo, la tapa del wc, veneno! Desde luego sabes cómo dar ánimos! xD
y por cierto, no vivo en una película de disney; qué más quisiera...
Hace 3 horas ·

Pilar Gomez Angulo: ...Yo creo que será la casa espia de gran hermano. Te estan vigilando.


Así que he optado por haceros caso. Aquí os presento a Mr. Flint:


Mr. Flint es ya una rata mayor. Luchó en Vietnam como detector de bombas antipersonas y por ello perdió una garra de la pata inferior derecha.Mr. Flint es tan duro que una vez se comió un gato, y desde entonces ronrronea cuando duerme. Es espía secreto de la reina de Inglaterra, y sale muy temprano cada mañana a investigar a los chinos y asiáticos en general que viven en Londres, pues tiene la sospecha de que traman algo, y que tanta tienda forma parte en realidad de un malévolo plan para conquistar el mundo.
Cuando anochece vuelve a casa por su escondite secreto, suelta su sombrero en el perchero y se amarra el delantal. Es entonces cuando prepara su plato favorito: pisto, que aprendió cuando estuvo en Francia.
Mr. Flint ha escogido vivir aquí porque le gustan los cereales que yo ceno por las noches. Como no tengo platos ni cubiertos, me los tomo en la cama. Primero tomo los cereales y después doy el sorbo a la leche, así que de vez en cuando se me cae alguno al suelo. Entonces el señor Flint aprovecha cuando yo salgo para ir a por ellos y volverse a meter en su escondrijo. Él y yo buscamos lo mismo cada día cuando llegamos a esta casa, paz y tranquilidad. Así que no nos molestamos el uno al otro.



Va a ser cierto que se le quita hierro al asunto si lo ves como una película de dibujos...

La última puerta del fondo


Y es que cada día cuando entro por la puerta de mi casa siempre me encuentro lo mismo: en el silencio y soledad que (aparentemente, espero) reina, el primer pasillo que conduce a la escalera, oscuro; la zona de la escalera, encendida; todas las puertas (la mía es la del fondo), cerradas. Me da la sensación siempre de que estoy entrando en un decorado de película, y siendo más específico, mi puerta, tan sola y reinante allá en lo alto de la escalera me recuerda a la puerta de la habitación de El exorcista.

Lo más duro de todo es que, igual que la pequeña Regan, conmigo también convive un ser. No, no es Satanás, aunque tiene el don de ser invisible (al menos a simple vista) y es silencioso cuando quiere. Habita dentro de las paredes. ¿Qué es?


Una rata!! Qué pensará mi familia cuando lea esto... Dónde creerán que vivo! Aunque llamo a la calma porque si el bichejo no posee también el don de traspasar las paredes, no creo que haya de qué preocuparse. Pero sí, anoche le dio por hacer ruiditos dentro de la pared y darse así a conocer.
Aquí os presento también mi cocina. Es amplia, como podéis ver, aunque como para no serlo, si hay cinco habitaciones en la casa!


Hoy tenía una cita con Chiqui, otra conocida más en Londres. No había caído en ella hasta hace unos días. La sobrina de mi tío por parte de madre lleva en la ciudad diez años, y también empezó de cero. Me ha invitado a comer (comer en condiciones, por fin de nuevo) junto al puente de la torre y hemos estado charlando mucho. Me ha corregido mis currículums, me los ha puesto monos y me ha imprimido un buen tocho. Desde luego algo así es de agradecer. Hemos quedado el domingo para ir a Notting Hill.
Y de regreso a casa he vuelto a pasar por el stand de promoción de Fairy que hay en el camino y donde te dan muestras del nuevo detergente. Yo ya tengo para nueve lavados! La negrita dirá que tengo más morro que ropa para lavar! pero qué le vamos a hacer! Hay que sobrevivir.

miércoles, 20 de enero de 2010

Bienvenidos al 183 de Hornsey, London


Pasen y vean: cama de mi tamaño a la derecha, escritorio con silla agujereada por quemaduras de cigarros al fondo, y en ambos testeros, amplias ventanas para apreciar el paisaje exterior.


Esta es mi habitación en Wood Green, zona 3 en Londres. A 25 minutos con la línea directa hasta Piccadilly Circus (no se hacen muy pesados). Y en cuanto al personal que recorre estos pasillos, he conocido a una australiana (que no he vuelto a ver), a un japonés y a su japonesita (tan perdidos como suelen estar los japoneses), y un ser muy extraño que salió de la ducha y que tenía toda la pinta de un Oompa-loompa.
Aquí es donde vendrán a descansar mis huesos cada noche después de patearme Londres. Como hoy, que he ido a repartir por ahí los veintitantos currículums que el simpático recepcionista del último hotel tuvo la amabilidad de imprimirme por la cara. Los destinos han sido de lo más variopintos (hasta el mismísimo Hilton Hotels), y no, no preguntéis por McDonalds, porque son tan modernos que solo se puede solicitar trabajo on-line... El caso es que desmotiva encontrarse cuando llegas a un sitio a cuatro españoles más rellenando el formulario, y cansa que te digan que el encargado está hoy enfermo, está muy ocupado, yo se la pasaré, o ahora no necesitamos a nadie, pero te llamaremos si ocurriera.

A las dos tenía cita con mi amiguito de aeropuerto, Curro. Me temía que la razón por la que quedaba conmigo fuera la que efectivamente fué: está a punto de desistir. Él, que venía con confianza puesta en su agencia, se encuentra estafado. Al parecer allí en su residencia son como unos treinta, y a nadie le encuentran el trabajo prometido. Le he intentado quitar la idea de la cabeza, pero es difícil cuando no es eres precisamente ejemplo de éxito. Sí que lo soy de persistencia, y es gracias a los ánimos vuestros. He intentado hacer lo mismo yo por él, aunque nuestra despedida al salir del McDonalds me ha sabido a despedida.

Como última batallita del día, me he ido a un JobCentre (los INEM de aquí) a preguntar por algo que he oído de cobrar el paro. Me dicen que utilice los teléfonos que hay allí gratuitos y hable con el personal. HORA Y MEDIA me he tirado con un nota!!! Era funcionario, claro... Y al pobre mío se ve que le corrían patatas fritas por las venas. Tenía que coger aire hasta para decir all right, y era super-desagradable oírle respirar con todo ese trabajo. Hubo un momento (después de que yo preguntara unas 500 veces excuse me que me dijo: "Necesitas un traductor" y yo ni corto ni perezoso le respondí "No. Lo que necesito es que usted pronuncie bien". Finalmente he conseguido una cita (después de, no exagero, unas cien preguntas) para finales de enero.

Y mientras tanto, a seguir improvisando!

domingo, 17 de enero de 2010

Almorzando con Mr. Ben

Como el día de hoy ha sido soleado, he decidido que había que aprovecharlo. Así que con mi mapa en el bolsillo volví a Oxford Circus, esta vez con mi ruta hecha.

He andurreado por el Soho, salí a Piccadilly para buscar Abercrombie & Fitch, y después de aquello, anduve hacia Trafalgar Square. Por allí esta la National Portrait Gallery, así que me pasé a echar un vistazo. Como la exposición que más me interesaba costaba dinero, bajé a la librería, y cuando encontré el Portraits de Mario Testino, me tiré al suelo en una esquina y me lo ojeé de punta a punta.

Cuando llegué al monumento de Trafalgar, pude ver el Big Ben detrás, no muy lejos. Caminé en su dirección, sin perder de vista Westminster al fondo, y fue increíble cómo me sorprendió verlo de repente al doblar la esquina. Allí estaba, enorme y señorial, el Big Ben de Londres. Probablemente el primer monumento extranjero que conocí de pequeño después de ver tanto Mary Poppins. Entré en el Tesco (otro gran aliado aquí) que hay justo al lado y compré un bollo de pan, un donut con una pinta tremenda y unas botellitas de agua, me senté en unos polletes que hay allí y metí en el bollo mis lonchas de jamón serrano que traía perfectamente aisladas gracias a los utensilios de mamá. Y allí me puse a almorzar: con el Big Ben junto a mi, el parlamento con su bandera británica ondeando sobre Westminster, un sol espléndido y un cielo azul. Lastima no poder llevar la cámara.
Cuando terminé saqué el mapa del bolsillo (la mano me olía a Abercrombie) y dije: bueno, dónde voy ahora!

El London Eye fue lo siguiente por ver, y más escurridizo tocó después el Palacio de Buckingham. Cuando estaba viendo a los soldados de los sombreros altos hacer sus numeritos con esas armas tan grandes, oí jaleo por Green Park y me acerqué a ver qué pasaba por allí. Había mucha gente vestida con ropas oscuras, que cuando pude estar más cerca, noté que eran como de principios de siglo. Estaban aferrados a las grandes rejas negras y doradas del parque, y un hombre indicaba a los que nos acercábamos a cotillear, que nos mantuviéramos a un lado. Resulta que estaban rodando una película. The king´s Speech, y aunque solo he podido ver al director, en ella actúan Helena Bonham Carter, Colin Firth o Geoffrey Rush. Así que si vais a verla cuando salga en cines y sale el momento en que los londinenses están montados en las rejas a modo de manifestación, recordad que yo estaba allí.

Y por fín, Abercrombie

Ayer ocurrió algo muy curioso que no conté por aquí. Cuando caminaba por Regent Street y ya casi había desistido de buscar la dichosa tienda, pasó algo difícil de creer. La olí. Me paré en seco, y dejé que la muchedumbre avanzara mientras yo me concentraba y buscaba a mi alrededor. Para los que no conozcan esta firma de ropa y sus tiendas, se caracterizan por su escueta decoración exterior (en Los Ángeles pensé que era una discoteca), por su música y por su olor. Fierce, que así es como se llama su fragancia, está por toda la tienda. Podía ser posible que estuviera oliendo aquello después de un año y medio?? Como no la veía por allí, seguí caminando.

Hoy me he apuntado la calle y la he metido en mi ruta. Intenté asegurarme con el Street View de Google, pero por allí no parecía que estuviera la tienda; no había nada que destacar. Total, que cuando estaba por fin allí en persona, he dejado Piccadilly atrás, y llegando al mismo punto de ayer (donde ahora sí sabía que tenía que torcer) no cupo duda: olía a Abercrombie & Fitch.
Conforme me acercaba veía a lo lejos los toldos de Ralph Lauren o Cartier, aunque ni rastro de la que yo buscaba. Vi una cola muy larga, y recordé que creía haber visto un museo por allí. Y entonces, la encontré. A cien metros del sitio donde me quedé ayer (así es el olor!), en un edificio victoriano y con el simple nombre, que no llega a dos palmos de grande, escrito en una puerta de cristal. Allí empezaba precisamente la cola. Al parecer aún no habían abierto.

Seguí caminando hasta Old Bond Street, donde el elegante reloj de Tiffany & Co. va dando las horas, la bandera de Channel ondea al viento y las letras de Gucci brillan al sol. Allí me di un paseo antes de volver atrás. Entonces pregunté a las últimas chicas de la cola (que ya le daba la vuelta a la esquina) a qué hora abrían. Diez minutos. Allí me planté, mientras la gente se iba poniendo tras de mi. La música de dentro del edificio podía oírse desde allí. En tres minutos, la cola había crecido unos 12 metros, y cuando comenzamos a andar, no alcanzaba a ver el final.

Entré. Aquello era igual que en América. Dos chicos que parecen sacados de cualquier revista de moda te reciben en la puerta con su amplia sonrisa. Aquí sí llevan camiseta; claro, con este tiempo... Ah no, espera, que el que no lleva camiseta está dentro! Las chicas hacen nuevamente cola para hacerse una polaroid con él. Éste es guapo a rabiar. La música es genial y la luz tenue, que sale de las estanterías de madera con las prendas de ropa apiladas por colores, lo que le da también el efecto discoteca. El personal es increible; todos vestidos iguales, unos bailan en la planta superior, otros dos charlan frente a la escalera, esperando a que llegues para preguntarte qué tal...

Lástima que de momento no me pueda permitir nada de esta firma. Con las ganas que yo tengo de tener una simple bolsa! Así que después de dar vueltas y vueltas por la tienda mirándolo todo, me he ido con lo único que llega a mi bolsillo; una tarjeta de muestra del perfume.

sábado, 16 de enero de 2010

My first time in Oxford St.

Los días de ayer y hoy no han sido precisamente memorables. Encerrado en la habitación de mi hostal, he visto pasar las horas (siempre una menos de la que marca mi portátil) delante de la pantalla buscando piso y curro. Desesperante.

Así que hoy cuando anocheció (allá por las 5 de la tarde) decidí que ya era hora de tomarme un descanso, tanto si triunfaba en mi búsqueda de empleo como si no, me lo merecía. Así que me eché a la calle tan solo con mi nuevo móvil inglés (he pasado de un iPhone a un Samsung, que lo más nuevo que tiene es color), la tarjeta del metro, mi cartera (vacía, aunque me di cuenta después) y el paraguas (mi más fiel aliado desde estos días).

Suerte que estoy cerca de la Central Line del metro; Oxford Circus está a tan solo cuatro paradas de donde yo estoy. Cuando subo las escaleras y salgo a la calle, mi sonrisa fue instantánea: aquello ya se parecía más a una ciudad tan elegante como Londres. Edificios altos e iluminados, un millón de personas a mi alrededor... yo solo andaba por andar; aunque fuera en círculos! Hoy he visto tantas caras... Guapas, feas, modernas, extrañas, elegantes, entrañables...
Entré en un H&M decorado por dentro con Alicia en el país de las maravillas (como solo H&M puede representar Alicia...). Me encantaba aquella ropa, me encantaban los escaparates! Es puro consumismo todo aquello, pero también algo más. Lo más reciente que había leído sobre fotografía estaba en aquellos escaparates: Emma Watson por Mario Testino para Burberry, Eva Mendes y Jamie Dornan para Calvin Klein por Steven Klein... Primero cogí por la que había leído en el hostal que me llevaría a Picadilly Circus, sin embargo después de un gran trecho desistí; parecía que hoy no iba a ser el día de Picadilly. Es lo que tiene ir sin mapa! Me giré y me paseé por todas las demás tiendas (buscando fervientemente mi novio norteamericano Abercrombie&Fitch, algo puramente sexual) pero alucinando con las demás marcas. Entré en la tienda Mac. Creo que alguna religión lo obliga en su credo. Más tarde, de repente, el Soho, un sitio precioso, y Carnaby Street. Era como estar en un parque temático! De tiendas, claro.
Volví a salir por Regent Street y aunque quería cruzar de acera y dar media vuelta para ver por el otro lado, algo me hacía no poder parar de andar hacia delante. De repente veo que los edificios empiezan a estar extrañamente iluminados; aquello solo podía significar una cosa... Me obligué a no mirar hasta que no tuviera la visión que yo quería y había imaginado tener. Crucé la carretera (always "Look to the right") y allí estaba; pura contaminación lumínica! pero majestuosa como yo la esperaba, Piccadilly Circus. No pude evitar pensar si conseguiría pasar en esta ciudad el tiempo suficiente como para traer a alguien a visitar aquello por primera vez como yo lo estaba haciendo.

Me hubiera gustado verme la cara en todo momento. Creo que no he dejado de sonreir, y no voy a mentir, más de una y dos veces he estado a punto de soltar alguna lágrima de emoción. Estaba paseando por Londres, y todo aquello hacía que la balanza de estos últimos días se volviera a equilibrar. Ya podía volver al hostal.

jueves, 14 de enero de 2010

Aventuras de Arviman: Conquistando Londres

BAnte todo gracias a todos por la preocupación / ánimos / mensajes / etc que me habéis demostrado. Ya podéis respirar tranquilos, porque Arviman está en Londres (y bajo techo con wifi, lo más importante).

Claro que ayer a las 8 de la tarde no se veía tan claro. Mi hermana se empeñó en alargarme al aeropuerto, y la fuerte lluvia no se lo puso nada fácil. Es importante que cuente que mientras, ya por fin por mi cuenta allí me comía mi bocadillo-cena, a un chavalito de seguramente mi misma edad le acompañaban a despedirle todos sus amigos y familiares; despedirle y enseñarle hasta cómo se tiene que pasar el control, porque es su primera vez volando. Yo escucho sentado en el banco de al lado mientras me voy comiendo mi pan con jamón-york y mantequilla, y me marcho a la rutina de todos los viajes.

Pues bien, después de preguntarme qué tiene que pasar por la cinta, si todo iba bien con el vuelo (porque la puerta de embarque estaba cerrada) y que si había que hacer cola o no (todo esto llamándome de usted) le dije: tú no te preocupes de ná, chiquillo! Que esto no tiene historia.
A lo que voy, hablando de lo divino y de lo humano mientras esperamos a que abran, y debido a algunos silencios que se crean en esas situaciones pregunto por preguntar "de dónde eres?". El muchacho era de Sevilla capital. "Y tú?". Lora del río que yo le contesto. "Yo conozco a un chaval de Lora". "Cómo se llama?". "Nicomedes".

............................


"PERDONA??"

Pues sí, había ido a toparme con el compañero de clase hace un par de años de nuestro querido chico iPhone, y el muchacho viene a Londres a lo mismito, mismito que yo. Él con más mérito, teniendo en cuenta que no ha salido de España en su vida (o al menos no en avión).

Aunque lo mejor estaba por llegar. Con varios minutos ya de retraso nos avisan por megafonía (ding dong ding!): "DEBIDO A HUELGA DE CONTROLADORES AÉREOS NO PODREMOS DESPEGAR HASTA LAS DOS DE LA MAÑANA". Y allí nos quedamos con las patitas "corgando", hasta que por fin pudieron dejarlo solo en dos horas de retraso...

La noche, por tanto, la hemos pasado en el aeropuerto de Stansted hasta que ha amanecido y los autobuses han empezado. Ahí me he separado de mi nuevo amigo Curro y otro amigo de la aventura de ayer para dar mis pasos solito por la capital de Inglaterra.

Primero me he hecho a ver todos los campos blancos de nieve. Acto seguidísimo me he hecho a la forma de conducir de aquí (que no deja de ser algo vertiginosa en las rotondas). Y luego no he podido evitar echar una cabezada, para encontrarme en cuanto me despierto y giramos una esquina con, no solo la gris y tan inglesa ciudad de Londres ya a mi alrededor, sino con el mismísimo puente de la torre Londres. Minutos después, el histórico Big Ben.

Y bueno, terminando ya, ha sido duro el momento de pisar la calle y ponerme con no mucha orientación a buscar hostales. El paquistaní a cargo del que pensaba reservar me ha empezado a regatear por el precio y he pasado. Así he acabado en el Holland Hotel, en Eccleston Square (sí Hippie! Aquí estoy!) Ya he contactado con el conocido que vive aquí, y por dos noches esta será mi situación.

Os seguiré manteniendo informados siempre que pueda. Un abrazo fuerte desde Londres,

vuestro Arviman

martes, 12 de enero de 2010

Goodbye, my friends


Los miré en señal de despedida, y cuando giré, la torre de la iglesia tocó sus campanadas. Eran las diez.


Las navidades ha sido una temporada de pasar horas en el sofá de casa con la estufa, calentito, mientras fuera llovía. De grandes cenas con la familia y momentos entrañables con los más peques. Hemos echado buenos ratos de cervezas, tapas, e incluso tuve mi noche de "feria", esa que no pude tener este año por estar fuera.
Sienta bien estar en casa con los tuyos. Y lo aprecias más cuando sabes que tienes que irte. Un domingo, cuando no quieres que llegue el lunes. Un diciembre, cuando sabes (o no sabes, como en mi caso) lo que llega en enero. Pero estas son las cosas que nos hacen madurar. Tomamos decisiones que marcan nuestra vida, por pequeña que sea. Podemos quedarnos quietos, movernos en el mismo círculo de gente, buscar un trabajo a escasos kilómetros de casa, ver el mundo a través de los ojos de los demás. Eso está bien; es seguro. Pero si algo le sobra a la vida son opciones. Está la de decir adiós a los tuyos por no sabes cuánto, y crear el deseo instantáneo en cuanto te giras de volverlos a ver la próxima vez. La de enfrentarte a una situación, mundo y gente totalmente desconocida. La de sobrevivir. Esa acojona.
Unos la ven una locura. Algunos una proeza. Otros una equivocación. Pero eso es lo emocionante, poder contar que una vez hiciste aquella locura, aquella proeza o que te equivocaste de cabo a rabo. Lo emocionante de la vida es llegar al final (ya sea tarde o pronto) pudiendo contar miles de estas historias, ya sean victorias o derrotas. Estas serán la prueba de que la hemos vivido.

Ha sido un fin de semana de tres meses fantástico, con un cierre que me parece inmejorable. Me despido de la villa con su momento histórico del año; la nevada que, como todos han dicho ya por facebook "hacía 56 años que no ocurría". Pero eso no fue lo más maravilloso. Fue bailar bajo los copos con otros cuatro locos más, secar los pies mojados en la chimenea mientras fuera nevaba con fuerza o hacer las tostadas al fuego todos juntos. Recibir una visita tras otra para decirme adiós y desearme suerte. Apoyarme con fiereza, adoración y envidia sana. Abrazarlos y desear verlos pronto en, esperemos, la mejor de las opciones.





Los últimos hoy en decirles adiós, ya anochecido, han sido mi abuela, primas y tíos. Al salir, los miré en señal de despedida, y cuando giré, la torre de la iglesia tocó sus campanadas. Eran las diez, y en 24 horas estaría despegando (si el tiempo no traicionaba) a la ciudad londinense.


Arviman goes London. Quizás nos veamos en unos meses, quizás en unos días... quién sabe.